En el artículo de la semana pasada se argumentó que la manera de operar nuestro «teléfono inteligente» forzaba en nosotros por lo menos dos comportamientos extraños.
El primero de ellos es el «uso mental del templete»: el uso continuo y prolongado de templetes en nuestras vidas —vía las pantallas— restringe nuestro campo de visión y de percepción de nosotros mismos y de la realidad: los templetes encapsulan la realidad compleja de nuestro mundo en una camisa de fuerza imbecilizadora que, acto seguido, es capaz imbecilizar nuestro comportamiento entero.

Publicación simultánea con El Universal
El segundo comportamiento extraño que los celulares —y el mundo digital en general— parece forzar en nosotros es «la costumbre frecuentemente perezosa de arrastrar el dedo» o «swipe»: costumbre en la que comenzamos a adoptar —sin quererlo tal vez— comportamientos cuasi-autistas, o muy parecidos a los exhibidos por personas clínicamente autistas