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El huevo de la serpiente (Parte 3)

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Publicación simultánea con El Universal

(Auto entrevista imaginaria)

¿Cómo resumiría lo dicho hasta ahora en una o dos ideas generales? Para nuestros padres, capitalismo y comunismo eran los dos polos ideológicos alrededor de los cuales giraban las conversaciones familiares y las reuniones entre universitarios —cuando esas tonterías aún existían— (risas). En una guerra del siglo XX sabias que alguien era tu enemigo porque venía directo a destruirte. Hoy tu enemigo te lee cosas, te manda infografías y viene a convencerte de que te destruyas a ti mismo (risas); y no tiene problema en decirte que además lo hace en nombre de una «cultura de la paz» (risas) . Las guerras de hoy ya no tienen que ver con sistemas políticos, sino con hacer que conductores de programas televisivos y figuras públicas utilicen lentes de colores ridículos, eliminando la palabra sobriedad del diccionario, tienen que ver con vaciar al  individuo de todo aquello que le provea de significados profundos, con la capacidad política para aislarlo y conseguir «que se quede en casa» (risas); tiene que ver también con la habilidad para confundirlo y dejar hueca su identidad sexual para así poder llenarla con lo que se nos antoje. Algunos llaman a esto «psicopolítica», yo me conformo con «guerra cultural» o «guerra entre gente idiota» (risas). Tu enemigo ya no te dispara ni te avienta granadas, o mentadas de madre (risas); tu enemigo usa las redes sociales, Netflix, y tu celular para manipular ideológicamente lo que tienes en el cráneo (risas).  Esta es la clase de guerra en la que las universidades han estado jugando un rol activo como centros de adoctrinamiento y corrupción de menores, ofreciendo a sus alumnos herramientas para acabar consigo mismos (risas delirantes)

¿Y cómo se da esto, en el aula de clase digamos,?
A la mujer, machacándole la idea de que lo único que se interpone entre ella y el nirvana de consumo con el que siempre ha soñado, es el patriarcado (risas)

¿Y qué es el patriarcado?
Nadie lo sabe (risas). Causa única y explicación unidimensional a todo… útil en el tratamiento de enfermedades mentales quizás, no lo sé (risas)

¿Y hablando en serio?
Hablando en serio, no hay universidad que no dedique tiempo y recursos en socializar a la mujer para que viva con el reloj biológico del hombre.

¿A qué se refiere con eso?
A los veintiún años toda mujer alcanza el pico de su fertilidad y salud reproductiva, la edad menos riesgosa y más saludable para tener hijos sanos,  autónomos y sin padecimientos (risas nerviosas), a los 37 años pierde el 80% de eso que tenía a los 21 —el reloj biológico del hombre le permite ser fértil casi toda su vida por cierto, y si no pregúntenselo a Mick Jagger, teniendo hijos a sus 80— (risas). Justo cuando la alumna cuenta con sus mejores condiciones de fertilidad, belleza y fortaleza biológica para iniciar un hogar y una familia, la universidad la tiene leyendo la miscelánea fiscal 2022 con una mano y sacándose los mocos con la otra (risas), o despejando la X de una ecuación (risas), o permitiendo que Simone de Beauvoir le destruya el cerebro en la clase de historia con su «no se nace mujer, se llega a serlo»  (carcajadas). La universidad debería seguir siendo lugar de pensamiento verdadero y cuestionamiento científico y filosófico, no de socialización de vicios ideológicos y mentiras.

«Sirena» (René Magritte)

¿Ya no lo es?
No, la universidad se dedica a socializar y empoderar a la alumna para que sus metas en la vida sean al menos cuatro: uno, esclavizarse a un empleo corporativo; dos, hacer estúpidos y costosos viajes de «autodescubrimiento» que la ensimismen y la desubiquen; tres, tener relaciones sexuales estériles y promiscuas que perturben su corazón y la desilusionen; y cuatro, una vez que le consigan su beca para estudiar en el extranjero, ella vaya a congelar sus óvulos en lo que Cristiano Reynaldo finalmente la encuentra y le ruega que se case con ella en su cumpleaños número 37 —porque ella es lo máximo (risas). La universidad convence a las alumnas de autodestruirse cuando  permite que el activismo político se apodere de las aulas y de sus mentes, privándolas de todo concepto filosófico, sistema de valores o herramienta psicológica que les permita escabullirse de la brutalización que ejercen sobre sus mentes las pantallas de sus celulares, todo el día, todos los días. (risas histéricas)

¿Y al hombre, cómo se le convence de autodestruirse?
A muchos, feminizándolos, convirtiéndolos en alfeñiques peleles, fanes de Carla Lafurtado (risas). A otros, expulsándolos con acusaciones falsas que los dejan sin opciones legales. Pero el método más común es consiguiendo que el alumno voluntariamente abandone el ambiente tóxico que es ahora la universidad, aún sabiendo que lo hará sin empleo, sin dinero, sin proyecto de vida y sin mujer (risas). Las universidades se están despoblando de hombres.

¿Resultado?
Cada vez habrán más mujeres, más ensimismadas y con mayores grados académicos, que no encontrarán al hombre de igual o mayor estatus que ellas creerán que merecen, y que por instinto animal ellas irremediablemente buscan. El destino de muchas será el convertirse en madres solteras de hijos casi siempre conflictivos que crezcan sin figura paterna, y haciendo equipo con otras mujeres iguales para juntas hundirse aún más. O bien solas, esperando a que Luciano Rolando llegue a trapearles el piso y cambiarle la arena a los gatos (silencio)

¿Pero se puede amar también a una feminista no?
No (risas).

¿«Love wins», no?
No (carcajadas). El problema no es amarla, de hecho, sino que te ame (risas). Con amor como el de la feminista ¿para qué necesitas que te odien? (risas)

¿Una feminista universitaria inteligente y exitosa no?…¿quizás?
No (risas). A las mujeres inteligentes les estorba el feminismo. Y eso es comprensible: el feminismo se ha convertido en la medida de fealdad de una persona interior, exterior o ambas. Y Aunque hay hombres que se la ganan a pulso, la mayor parte de los hombres —o de las mujeres para el caso—no merece esa fealdad (risas, loas, aplausos)

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