Parece que las preparatorias en general, están más preocupadas por enseñar «qué pensar» que en enseñar «cómo pensar». Evidencia de ello, es lo que casi todo profesor descubre tras revisar la pila de textos de cada nuevo semestre que comienza: sus alumnos no saben redactar.

Los alumnos no saben redactar y no es poco frecuente que el profesor mismo tampoco sepa hacerlo, por lo que no es consciente ni de sí mismo, ni de nadie. Muchos están más preocupados por alinearse a las estupideces lingüísticas del momento (como el emplear el “hola a todos y todas”, o “bienvenidos todxs” en sus comunicaciones orales y escritas) que en enseñar a pensar mediante el flujo coherente del lenguaje y las palabras.
Recientemente un silencioso y circunspecto alumno —quien definitivamente goza del respeto unánime de todos— descubrió en mi clase que no sabía redactar. La triada (silencio, incompetencia, respetabilidad) me hizo recordar a Peter Sellers en su brillante película «el Jardinero», no lo pude evitar.
El alumno —al borde de las lágrimas— no solo descubrió que no sabía redactar, también descubrió que los profesores que tuvo en el pasado fueron grandes simuladores y grandes desconocedores de la sintaxis y de la gramática en general. Nunca le corrigieron sus textos cuando debieron, por algunos años le hicieron creer que su escritura era magnífica, él desarrolló entonces el hábito de utilizar muchas palabras ostentosamente inútiles en su redacción, y hoy se siente defraudado por un sistema educativo y por profesores zonzos que nunca fueron capaces de ofrecerle otra cosa más que ánimo hueco al pobre muchacho