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El riesgo de la verdad, la pequeñez, el riesgo de la grandeza, la falsedad

Víctor Hugo —y esta misteriosa frase suya que ahora nos sirve de encabezado— nos ayuda mucho a esclarecer cómo es que funciona un buen trozo de la idiosincrasia política mexicana. Y no solo la mexicana, sino la de cualquier otro país, alude a cosas en las que todos los seres humanos nos parecemos. «El riesgo de la verdad es la pequeñez, el riesgo de la grandeza, la falsedad. […] Estas dos palabras, grandeza y verdad, lo encierran todo. La verdad contiene la moral, la grandeza encierra la belleza».

Víctor Hugo en 1873
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Traducida al lenguaje coloquial universitario, el significado que encierra la frase de Hugo puede ser el siguiente:

«Si vas a ser de izquierda, busca la verdad pero no seas fodongo, vaquetón y naco al hacerlo; si vas a ser de derecha, busca la grandeza pero sin ser un farsante, un hipócrita, un estúpido moral y también un naco—dado que genéricamente «naco» significa «alguien que rutinariamente hace cosas de mal gusto»—; caminar sobre la faz de la tierra, hablarle a la gente,  sentarte a comer, volverte a parar y a caminar, siendo un hipócrita y un farsante todo el día todos los días, es de mal gusto: exhibes comportamiento naco. Y, a diferencia del naco de izquierda, que solo necesita mejorar un poco su estética de lo digno y sus maneras, tú, hipócrita falsario, si necesitas ir al psiquiatra».

Dado que se aprende a escribir leyendo y a pensar escribiendo, uno de los muchos problemas de pasar los mejores años de tu juventud

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Política

Quizás Júpiter sea la solución

Hay dos formas de vivir nuestra vida: como alguien «a cargo» o como un «encargado». Es decir como jefes o como empleados. Gracias al que escribió el libro ese del «padre rico, hijo pobre…etc.», o ese otro autor del «soy un cerdo capitalista», gracias a ellos y tantos otros cerros más, lo de hoy es pensar que uno debe ser «jefe de sí mismo» (seas pintor, o presidente de la suprema corte) y que ser empleado de otros es para mentes agachadas y mediocres, o para gente sin aspiraciones.

Júpiter (foto: Jerónimo Roure)
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Pero no es así como han pensado muchos de los grandes líderes políticos y empresariales de la historia (y peor tantito si han sido judíos, el pueblo elegido). No, muchas de estas grandes figuras de todos los tiempos se han visto a sí mismos como no otra cosa que empleaditos. Así es, empleaditos al servicio de Dios —o de los dioses—, nada menos. Y con instrucciones expresas

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¿Las ciudades del futuro son verticales u horizontales?

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Todo depende de qué haya estudiado -si realmente lo hizo- la persona (ese fulanito o fulanita) a quien hagamos tan interesante pregunta. Quisiera poder decir que la respuesta a un asunto tan trascendente va ser científica en todo momento, pero hay muy poca gente en nuestro país que se plantee este tipo de problemas de manera verdaderamente científica, incluso al interior de las universidades privadas o públicas.

Estas últimas -hay que recordarlo- están demasiado distraídas con la ideología de género y el activismo por todos-los-derechos-ninguna de-las-responsabilidades, como para prestar atención a los temas trascendentales de nuestro tiempo

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Toda mujer es un país, nacionalidad y territorio de un solo habitante, señor presidente

Ahora usted, he notado señor presidente, inicia su ceremonia del grito de independencia con un “…mexicanas… mexicanos…», alternando luego los nombres de Hidalgo y Allende con los de Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario, en sustitución de independentistas otrora evocados como Javier Mina, Juan Aldama, Mariano Jiménez o Pedro Moreno. Todos ellos fusilados, sus cabezas decapitadas, clavadas en una pica, o colgadas en una jaula, según haya sido su suerte. Hombres que murieron (mejor venadeados a balazos que enfermos en sus lechos, dirán algunos)… pero en su mayoría intentando conquistar una identidad y territorio propios, sin los cuales, imposible es el escapar de la pobreza, según la entienden antropólogos como Oscar Lewis, señor presidente.

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Lewis entendió la pobreza (tras cuarenta años de estudiarla en México) como ese sentimiento que experimentan los seres humanos (tanto ricos como pobres) de no tener un poco de control sobre las circunstancias que le permiten a uno formarse un destino propio. De ahí la importancia de los héroes patrios, de la violencia con la que murieron, sin ellos no podría haber prosperidad

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Cultura

¿Confiarías en un hombre feminista? yo tampoco (2/2)

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Hay dos tipos de hombres feministas: el «hombre feminista de corazón» y el «hombre feminista ficticio». En ninguno de los dos confío. La semana pasada esbocé brevemente la premisa general que sustenta esta desconfianza. Expliqué con ejemplos que en una variedad de temas importantes (incluyendo algunos de seguridad nacional) hemos sustituido a las ciencias sociales y a las humanidades por los «estudios de género» y el «feminismo», que no constituyen una ciencia sino una ideología solipsista, reduccionista y frecuentemente sociopática. Y te preguntarás ¿y qué son y qué efecto producen las ideologías en la gente en general y en los hombres en particular?

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Cultura Política Tecnología

¿Confiarías en un hombre feminista? yo tampoco (1/2)

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En mi ruta por la vida -y por los pasillos de las universidades- he notado que hay dos tipos de hombres feministas que es posible caracterizar con bastante precisión y hasta elegancia: el «hombre feminista de corazón» y el «hombre feminista ficticio». En ninguno de los dos confío. Y no soy el primero en tocar este tema por cierto. Me propongo -tomando resguardo en el Artículo 6 constitucional– dejar testimonio profesional de mis experiencias y razones para esta desconfianza, esperando sea de utilidad al joven universitario lector ¿y por qué no? también a los hombres que se dicen ser feministas

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La guerra por la infancia y sus cinco batallas (5/5): dimorfismo sexual, fondo y forma

Dimorfismo sexual es lo que visualmente marca las diferencias externas entre los sexos de una misma especie. Se presenta en la mayoría de las especies, en algunas más, en otras menos. Wikipedia lo define como las variaciones en la fisonomía externa, como forma, coloración o tamaño, entre machos y hembras de una misma especie. Se presenta en la mayoría de las especies, en mayor o menor grado.

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Existe también el dimorfismo sexual cerebral, que alude a las diferencias anatómicas, químicas y funcionales entre el cerebro del hombre y el de la mujer.

Diferencias en regiones del cerebro asociadas al lenguaje, la memoria, las emociones, la visión, la audición y en la forma de orientarse en el espacio para ir de un lugar a otro, o para estacionarse en reversa.

Más comentarios sobre este último dimorfismo los dejaremos para otra ocasión, pero estuvo bien el mencionarlo, para familiarizarnos y adoptar el nuevo término: dimorfismo sexual.

En circunstancias normales, nadie tendría que hablar sobre el dimorfismo sexual más allá de lo que atañe a animales en el zoológico, a un viaje salvaje a la jungla, a alguna clase de zoología (el estudio de los animales) o de etología (el estudio de su comportamiento).

En circunstancias normales…

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Cultura

La guerra por la infancia y sus cinco batallas (4/5): mundos chatarra fuera de la realidad

Jediismo es el credo asociado a la iglesia Jedi o religión Jedi, que es un nuevo movimiento religioso inspirado en los guiones de las películas de la Guerra de las Galaxias y se cuentan por cientos de miles alrededor de todo el mundo. Este es solo un ejemplo de lo que Michel Houellebecq describe en sus novelas como las nuevas condiciones culturales —o de vació cultural— para el surgimiento de nuevas sectas religiosas en el siglo XXI.

Caperucita y el lobo: Jessie Williams Smith, Fotografía: Andrés Bucio. Wikipedia
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No es mi propósito caracterizar estos movimientos, sino solo mencionarlos como un ejemplo de lo que yo creo que es una batalla a librar contra el excesivo tiempo que ocupan la mente de niños y jóvenes los nuevos «mundos chatarra fuera de la realidad».

No estoy en contra de las religiones ni de las filosofías espirituales, pero si creo que deben ser motivo de preocupación las recientes «ideologías chatarra nacidas en el mundo digital » que se hacen pasar por religiones.

Y quiero explicar el término «chatarra». Todas las grandes religiones antiguas se las arreglan para ofrecernos una visión más o menos contrapuesta entre las fuerzas rivales que ya conocemos: el bien y el mal, el yin y el yang, etc.

Alrededor de esa oposición, las tradiciones religiosas generan cada una sus propios mitos religiosos (Caín y Abel bíblicos, los Puranas hinduistas, los diez reinos espirituales budistas, etc.).

Eso no es lo mismo que las ideologías —típicamente con una agenda política y completamente dependientes de las redes sociales— que solo nos cuentan un lado de la historia, la que más se les antoja a sus dirigentes o “sacerdotes” y que suele enajenar a la gente. Los enajenados son frecuentemente aquellos que menos herramientas psicológicas tienen para defenderse: niños y jóvenes, o adultos con mentalidad infantil

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La guerra por la infancia y sus cinco batallas (3/5): la cosificación autista del otro

En el artículo de la semana pasada se argumentó que la manera de operar nuestro «teléfono inteligente» forzaba en nosotros por lo menos dos comportamientos extraños.

El primero de ellos es el «uso mental del templete»: el uso continuo y prolongado de templetes en nuestras vidas —vía las pantallas— restringe nuestro campo de visión y de percepción de nosotros mismos y de la realidad: los templetes encapsulan la realidad compleja de nuestro mundo en una camisa de fuerza imbecilizadora que, acto seguido, es capaz imbecilizar nuestro comportamiento entero.  

Muchos faranduleros claman padecer el síndrome de Asperberger
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El segundo comportamiento extraño que los celulares —y el mundo digital en general—  parece forzar en nosotros es «la costumbre frecuentemente perezosa de arrastrar el dedo» o «swipe»: costumbre en la que comenzamos  a adoptar —sin quererlo tal vez— comportamientos cuasi-autistas, o muy parecidos a los exhibidos por personas clínicamente autistas

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Cultura Tecnología

La guerra por la infancia y sus cinco batallas (2/5): «autismos» programados

La semana pasada quedamos en que abordaríamos el tema de las conductas antisociales como una de las cinco batallas en la guerra por la infancia. Sin embargo, pensándolo bien, una buena parte de las conductas antisociales que me interesa resaltar, confluye en lo que podríamos etiquetar como autismos programados. Sostengo que hay autismos que no son producto de la gestación y el desarrollo antes de nacer, sino inducidos por la cultura chatarra circundante.

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Mencionemos solo de pasada —y para quitárnoslo de encima—, el fenómeno menos importante del autismo como una vil, vulgar y agresivamente estúpida moda: hoy está de moda ser autistas, para ser precisos. Autismo no como un fenómeno del comportamiento, sino como pose social  —«…tengo el síndrome de Asperberger amigos míos, así que ya lo saben»—.

Así como hace 10 o 15 años mucha gente quería tener alergias a fin poderse proyectar socialmente como alguien «especial», hoy, todo mundo —O.K: mucha gente— entre ellos muchos niños y adolescentes, quieren poder decir que son autistas