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Guapos

El problema de cómo ser alguien en la vida, de cómo labrarse un cierto estatus social, para ocupar un lugar en el mundo  —problema que tiene al hombre ocupado desde que nace hasta que muere—, a la mujer promedio, comparativamente hablando, la tiene sin cuidado. Nace con el problema resuelto, al menos en su parte más delicada y compleja, que es la existencial: ella reproduce a la especie.

El problema está resuelto para ella también, desde el momento en que elige al marido adecuado, aquel congruente con lo que ella puede ofrecer y —desde luego— si no es una feminista inteligente que renuncia a la maternidad a los 22, se arrepiente a los 42 y entonces un día decide dar a luz a un perro, al que pone un mameluco, le truena los dedos y lo llama «guapo».

Guapo

Lo anterior explica la eterna —y hasta cierto punto, normal— dinámica de convivencia y rutinario desencuentro doméstico en no pocas parejas: mientras que ella no ve inconveniente en que los dos pasen sus ratos libres pidiendo comida a domicilio, viendo series de TV o películas taquilleras y saliendo de vacaciones «con amigos» a lugares turísticos chatarra pero aptos para sacarse selfies (como el festival del globo en León, Guanajuato), él —si es un hombre promedio genuino— tarde o temprano experimentará la sensación de estar perdiendo un poco su tiempo al lado de ella y su

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Un lugar donde vivir

«Es difícil saber por dónde empezar, si no empiezas con la verdad»
Marilyn Monroe

Voy a argumentar que el amor romántico —que tanto anhelan las mujeres en general— es profundamente incompatible con otras cosas que también anhelan con vehemente locura, como por ejemplo, el entronarse o el entronar a otras mujeres en altos puestos de autoridad. Esto incluye la presidencia de la república. Es un argumento de lo más interesante y que, por todas las disciplinas y facetas que involucra, no es fácil de elaborar en tan reducido espacio. Pero vale la pena intentarlo. Antes de empezar voy a tener que hacer algunas aclaraciones no muy de mi agrado, pero en beneficio de cierto tipo de lectores.

Aquí y ahora —como millones de mexicanos— puedo decir que estoy de «moderadamente» a «muy», y hasta «mucho muy» satisfecho por la mayoría aplastante con la que Claudia Sheinbaum triunfó y se convirtió en un molesto y traumatizante estorbo para las ambiciones malsanas de personas que nunca supieron —ni nunca le dijeron a nadie — qué les pasó, cómo fue qué se atrevieron a entrarle a la contienda para gobernar a México. Aún si yo perteneciese a una hipotética derecha verdadera, nunca hubiese visto a estas personas como una opción a votar.

Esto, en el corto plazo. Pero en un escrito sobre el mediano y largo plazos —como éste— los motivos para estar contento disminuyen. Se trata de una cuestión profesional, no personal. Estoy obligado a ver las cosas desde otros puntos de vista: a brincar de lo «agradable» a lo «interesante» y de ahí a lo «importante», aún si para muchos lo importante no termina siendo agradable.

Lo anterior significa que, Y SIRVA ESTO DE AVISO LEGALdecir lo que otros quieren escuchar para ganarse la simpatía unánime —y de paso fingir vasta «inteligencia emocional»— no encabeza la lista de prioridades del autor. Como filósofo de la ciencia y narrador, voy a tener que adoptar más bien la postura de un «estúpido emocional» que enfrenta casos de «sobredosis de empatía» que a mucha gente a estas alturas tanto daño les ha hecho y hoy las forza a preguntarse ¿en qué momento, y cómo fue que me alejé tanto de la realidad? Eh ahí una prioridad legítima, urgente.

Este texto está más dirigido a los hombres que a las mujeres (de cualquier edad). Estas últimas lo pueden leer si así lo desean, a sabiendas de que en un mundo esencialmente mixto, hay circunstancias en las que los espacios para hombres separados de los espacios para mujeres son una buena práctica.

Cualquier persona puede leer el presente texto a sabiendas también de que su autor no puede secundar aquella creencia —puesta en circulación por algún «gurú» de moda o «life coach» pasado de lanza— según la cual, toda persona en nuestros días, no solo es responsable de lo que dice, sino responsable también de lo que los demás entienden de lo que dice.

Una cosa es la necesidad y el deseo de expresarnos con la mayor precisión, claridad y eficacia de la que seamos capaces, y otra muy distinta, la arrogancia y soberbia megalómanas de pretender que podemos controlar los procesos mentales de otras personas a un nivel tal que podemos darnos el lujo de responsabilizarnos de lo que piensan sobre lo que decimos

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Las sociedades no mueren, se avientan por la ventana

Para Enrique Cuevas y Paola del Conde

Las sociedades no mueren, se arrojan a las vías del tren (o sea avientan por la ventana). Tiempo antes de su colapso final, muchas civilizaciones del pasado (Mesopotamia, Grecia, Roma) transitaron por un periodo de decadencia moral y homosexualización normalizada que las hizo destruirse a sí mismas desde dentro. Corrompiendo y envenenando relaciones, amistades, amores, familias, instituciones, naciones.

El homosexual varón promedio —si lo tomamos como unidad de análisis sociológico— tiene algo así como 25 años menos de esperanza de vida, que el varón convencional promedio. Son los principales consumidores de metanfetaminas derivadas de sus prácticas sexuales y estilos de vida desenfrenados; tienen altas tasas de suicidio, y mejor ahí lo dejamos. «Aceptar» no es lo mismo que «promover», y en este caso, no hay mucho que promover entre los niños y adolescentes en edad escolar, a menos que seamos psicópatas o sociópatas, queriendo acabar con todo lo que nos rodea, porque la vida «no nos trató bien», o algo a lo largo del camino «no nos gustó».

¿Por qué tan poca gente evoca la historia y los conocimientos científico-sociales que tenemos durante el «mes del orgullo»? No digo que lo hagan en la arena pública, pero sí al menos en el ámbito privado de sus conciencias. Ultimadamente ¿puede acaso más nuestro miedo a ofender que nuestro instinto de sobrevivencia como sociedad? ¿será que a estas alturas ya tenemos vocación para el auto aniquilamiento?

Constitucionalmente hablando, los integrantes de la población LGBT, tienen derecho a un lugar en la sociedad, pero ¿deben gozar del derecho especial a ser promovidos a todo lo ancho y largo de las instituciones y de la cultura?, ¿por qué estamos promoviendo su sistema de valores como si éste debiera prevalecer por encima de cualquier otro? Todo esto huele a suicidio social.

En el aula de clase, en las calles, en la tele y redes sociales, se espera que todos los mexicanos exalten y promuevan el estilo de vida de esta minoría en aprietos—o en necesidad de ayuda profesional— como si fueran héroes nacionales.

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Cultura Naturaleza Política

No votaré por ninguna

Una esposa feminista es una mujer que, primero elige como esposo a un hombre de mucho mayor estatus que el que ella tiene, y luego utiliza a las instituciones y leyes del Estado para extorsionarlo con demandas categóricas de “igualdad”, destruyendo muy pronto el vínculo de confianza personal, familiar y social que tenía con él.

Dicho de otro modo, una esposa feminista es una mujer barbaján que se vale del aparato legal, de la participación activa y financiamiento del Estado —todo ello potenciado de manera demencial por la tecnología— para destruir aquello que los sociólogos llaman tejido social.

En medio de toda esta diarrea gubernamental fuera de la bacinica, la feminista nunca pierde la ocasión para recordarnos a todos su «derecho a vivir una libre de violencia» en una «cultura de la paz». Como si aún pudiese invocarse aquel torpe y galante refrán de la Inglaterra victoriana hace siglo y medio, que decía: «Las mujeres nunca tienen la culpa».

No estamos, sin embargo, en la torpe y galante Inglaterra victoriana del siglo XIX, sino en el torpe y masoquista México del siglo XXI; en donde toda acción debería tener consecuencias. En una sociedad perdurable y con futuro, ésta enfermedad mental (o al menos eso es lo que parece), o comportamiento sociopático entre muchas mujeres —transmitido por el feminismo— debería ser estudiado, y en su caso, sancionado y abortado de las instituciones políticas y culturales en general, de las finanzas públicas y de las leyes con la debida seriedad y firmeza. En una sociedad perdurable y con futuro, dije. ¿Estaremos aún en una de esas?

El feminismo no funciona hoy, ni funcionará probablemente nunca, porque en sus dos siglos de existencia (o más), no se ha esforzado, o no ha podido, ofrecer una visión integral (aunque sea equivocada o defectuosa) del ser humano. Mucho menos ha podido ofrecer

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Siete infiernos antropocénicos

En un pasado artículo (¿Cabe más gente en el planeta o ya se llenó?) sugerí que por largos períodos históricos hemos podido “engañar” un poco a la madre naturaleza, que siempre nos envía hambrunas, epidemias y guerras, para disuadirnos de nuestro empeño en seguir “humanizando” al planeta en lo que algunos han empezado a llamar antropoceno (antropos = hombre).

Publicación simultánea con El Universal

¿Y qué es el antropoceno?. Una definición provisional (o definición de trabajo) podría ser la siguiente: la sustitución del mundo natural por un mundo creado por los seres humanos. Más específicamente, el uso de los sistemas creados por el ser humano para sustituir a los sistemas naturales. Lo anterior implica quizás la manipulación casi completa de la naturaleza por los seres humanos vía la tecnología y la cultura

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Cultura Política

Cómo eliminar la violencia hacia las mujeres en 3 pasos

Un ejemplo de una buena teoría es aquella de la «psicología inversa» sobre todo si se aplica en los contextos correctos. La imagen de aquí abajito muestra en qué consiste la teoría: se puede persuadir a alguien de hacer algo solicitando exactamente lo contrario (funciona sobre todo en niños y gente infantilizada). Y así como hay buenas teorías, hay otras muy malas.

En días pasados fueron publicados dos artículos describiendo acciones contra la así llamada «violencia de género», uno en el Instituto Politécnico y otro en la Universidad Autónoma Metropolitana.

Sucede que la misma teoría que desata eso que llaman «violencia contra la mujer» y «violencia de género», es la misma “teoría” que está siendo utilizada (de manera fracasada) para detener esa misma violencia: me refiero al «feminismo de género» y la «teoría» que lo sustenta (interesados investigar a doña Judith Butler). Ahí está el meollo de todo este asunto, para que nadie se siga equivocando . Distingamos por el momento y para nuestros propósitos aquí y ahora (como hace el psicólogo experimental Steven Pinker en su libro «The Blank Slate» o «Tabla Rasa» edición en español) entre dos tipos de feminismo dentro y fuera de las universidades.

Primero, el «feminismo de equidad»: aquella doctrina moral que busca la equidad (educativa, salarial, ocupacional, etc.) y un trato no discriminatorio hacia las mujeres en general. En segundo lugar tenemos el «feminismo de género», que es una doctrina empírica comprometida con tres premisas básicas bastante alocadas, y si no me creen, compruébelo cada quien por su cuenta: la primera de ellas es que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen nada que ver con la biología, sino con «construcciones sociales», cosas que nos enseñan de niños.

Para las feministas de género, todos nacemos algo así como bisexuales (o con sexualidad «fluida») y a lo largo de nuestro desarrollo la cultura y el entorno social nos va condicionando a adoptar actitudes y roles convencionalmente masculinos o femeninos (dicho por Sommers). La segunda premisa de las feministas de género es que la motivación principal que mueve a los seres humanos históricamente es el poder y no otra cosa que el poder, en particular el poder opresor por ellas llamado «patriarcal»

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Los «baños neutros» funcionan solo en casa y solo si uno es limpio

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¿Has entrado alguna vez a una casa en la que el dueño tenga sus baños separados por sexo? Sería costoso y una especie de loca excentricidad practicable solo en una mansión. Y ni los Locos Adams. Todos conocemos los llamados «baños neutros» porque son lo que todos tenemos en nuestras casas. ¿Por qué entonces los separamos por sexo en los espacios públicos: estadios, restaurantes, universidades?

Si hacemos esta pregunta a un cristiano, un judío, o un musulmán, nos va probablemente a responder —queriendo cortar de tajo con toda esta conversación— que es debido al «pecado original» y haber sido expulsados del edén, que nos hace desconfiar los unos de los otros y separar los baños de hombres y mujeres en los

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La agenda 2030 es el caballo de Troya de la agenda de género global

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Cuando estudié en la universidad, licenciatura, maestría, y más recientemente en el doctorado eran muy frecuentes las conversaciones informales en las cafeterías y en los bares entre mis compañeros e incluso entre mis profesores.

Con relativa frecuencia acabábamos hablando de temas de gran alcance: los sistemas energéticos regionales, el futuro del ecosistema global, las finanzas mundiales, los monopolios alimenticios globales, etcétera.

Después de varios cafés —o varias cervezas— (todo esto fue en Norwich, Inglaterra, en donde, por razones que en México deberíamos investigar, hay «pubs» dentro de los campos universitarios, en donde todos beben alcohol, y si quieren se embriagan, pero no al punto de ponerse excesivamente idiotas o impertinentes, cosa que haría necesaria la clausura de dichos lugares).

Cuando hablábamos de los grandes problemas globales —estaba yo diciendo— , después de varios cafés o varias cervezas, nunca faltaba quien empezara a vociferar sobre la necesidad de una crisis financiera de dimensiones sobrenaturales, —es decir, el derrumbe total del sistema financiero global— como la única posible «salvación de nuestro planeta».

La premisa subyacente a todo esto, por supuesto, era que el capitalismo financiero era la raíz de todos los problemas: el cambio climático, el acaparamiento gandalla de los suelos fértiles, la minería a cielo abierto, el crecimiento urbano desenfrenado, las guerras por el petróleo, etc. ¿Solución? El sistema financiero global debía caer.

Y haré un comentario adicional que quizás capture el sabor de aquellos momentos: no era raro escuchar a los mismos profesores —tanto los eméritos de la vieja guardia, como los más jóvenes—expresarse en términos similares dentro del aula de clase: «solo algo muy parecido a una catástrofe financiera inédita en la historia podría salvarnos y salvar al ecosistema global… » etc.

Quince o diez años después la receta, para los mismos problemas, es completamente otra: «vuélvete homosexual», o algo que se le parezca (i.e. feminista). Ya no son los sistemas lo que hay que trasformar, ahora la receta consiste en hacer ingeniería social con los individuos, con sus mentes y con sus identidades

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Política

Quizás Júpiter sea la solución

Hay dos formas de vivir nuestra vida: como alguien «a cargo» o como un «encargado». Es decir como jefes o como empleados. Gracias al que escribió el libro ese del «padre rico, hijo pobre…etc.», o ese otro autor del «soy un cerdo capitalista», gracias a ellos y tantos otros cerros más, lo de hoy es pensar que uno debe ser «jefe de sí mismo» (seas pintor, o presidente de la suprema corte) y que ser empleado de otros es para mentes agachadas y mediocres, o para gente sin aspiraciones.

Júpiter (foto: Jerónimo Roure)
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Pero no es así como han pensado muchos de los grandes líderes políticos y empresariales de la historia (y peor tantito si han sido judíos, el pueblo elegido). No, muchas de estas grandes figuras de todos los tiempos se han visto a sí mismos como no otra cosa que empleaditos. Así es, empleaditos al servicio de Dios —o de los dioses—, nada menos. Y con instrucciones expresas

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¿Las ciudades del futuro son verticales u horizontales?

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Todo depende de qué haya estudiado -si realmente lo hizo- la persona (ese fulanito o fulanita) a quien hagamos tan interesante pregunta. Quisiera poder decir que la respuesta a un asunto tan trascendente va ser científica en todo momento, pero hay muy poca gente en nuestro país que se plantee este tipo de problemas de manera verdaderamente científica, incluso al interior de las universidades privadas o públicas.

Estas últimas -hay que recordarlo- están demasiado distraídas con la ideología de género y el activismo por todos-los-derechos-ninguna de-las-responsabilidades, como para prestar atención a los temas trascendentales de nuestro tiempo