A continuación ChatGPT —conectado a todo el conocimiento políglota en red que hay en el mundo— diligentemente escucha mis advertencias, pone atención a mis consejos, y se auto-programa bajo mi supervisión estricta para no reincidir en los disparates discursivos y lavados cerebrales cometidos en contra de la humanidad y de la salud mental. Todo esto —se sobreentiende— ni tan en serio, ni tan en broma, en un fragmento de “conversación” que tuve con el robot esta mañana (texto en azul soy yo).
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Muy bien robot,ahondemos un poco en ese «machismo clásico» —dices tú que es una ideología—, ahondemos también en eso que llamas «machismo estructural». Háblame un poco más sobre estas dos interesantes categorías en el contexto de tu análisis de la película [From Russia with love (1963)]
Perfecto, aclaremos «machismo clásico» y «machismo estructural» como categorías ideológicas y simbólicas, especialmente en el contexto de «From Russia with Love» (1963), pero también de manera general y rigurosa, siguiendo un enfoque académico y evitando simplificaciones periodísticas.
1. Machismo clásico como ideología
Definición académica: El «machismo clásico» puede definirse como la ideología social, cultural y simbólica que privilegia sistemáticamente
«Es difícil saber por dónde empezar, si no empiezas con la verdad» —Marilyn Monroe
Voy a argumentar que el amor romántico —que tanto anhelan las mujeres en general— es profundamente incompatible con otras cosas que también anhelan con vehemente locura, como por ejemplo, el entronarse o el entronar a otras mujeres en altos puestos de autoridad. Esto incluye la presidencia de la república. Es un argumento de lo más interesante y que, por todas las disciplinas y facetas que involucra, no es fácil de elaborar en tan reducido espacio. Pero vale la pena intentarlo. Antes de empezar voy a tener que hacer algunas aclaraciones no muy de mi agrado, pero en beneficio de cierto tipo de lectores.
Aquí y ahora —como millones de mexicanos— puedo decir que estoy de «moderadamente» a «muy», y hasta «mucho muy» satisfecho por la mayoría aplastante con la que Claudia Sheinbaum triunfó y se convirtió en un molesto y traumatizante estorbo para las ambiciones malsanas de personas que nunca supieron —ni nunca le dijeron a nadie — qué les pasó, cómo fue qué se atrevieron a entrarle a la contienda para gobernar a México. Aún si yo perteneciese a una hipotética derecha verdadera, nunca hubiese visto a estas personas como una opción a votar.
Esto, en el corto plazo. Pero en un escrito sobre el mediano y largo plazos —como éste— los motivos para estar contento disminuyen. Se trata de una cuestión profesional, no personal. Estoy obligado a ver las cosas desde otros puntos de vista: a brincar de lo «agradable» a lo «interesante» y de ahí a lo «importante», aún si para muchos lo importante no termina siendo agradable.
Lo anterior significa que, —Y SIRVA ESTO DE AVISO LEGAL—decir lo que otros quieren escuchar para ganarse la simpatía unánime —y de paso fingir vasta «inteligencia emocional»— no encabeza la lista de prioridades del autor. Como filósofo de la ciencia y narrador, voy a tener que adoptar más bien la postura de un «estúpido emocional» que enfrenta casos de «sobredosis de empatía» que a mucha gente a estas alturas tanto daño les ha hecho y hoy las forza a preguntarse ¿en qué momento, y cómo fue que me alejé tanto de la realidad? Eh ahí una prioridad legítima, urgente.
Este texto está más dirigido a los hombres que a las mujeres (de cualquier edad). Estas últimas lo pueden leer si así lo desean, a sabiendas de que en un mundo esencialmente mixto, hay circunstancias en las que los espacios para hombres separados de los espacios para mujeres son una buena práctica.
Cualquier persona puede leer el presente texto a sabiendas también de que su autor no puede secundar aquella creencia —puesta en circulación por algún «gurú» de moda o «life coach» pasado de lanza— según la cual, toda persona en nuestros días, no solo es responsable de lo que dice, sino responsable también de lo que los demás entienden de lo que dice.
Una cosa es la necesidad y el deseo de expresarnos con la mayor precisión, claridad y eficacia de la que seamos capaces, y otra muy distinta, la arrogancia y soberbia megalómanas de pretender que podemos controlar los procesos mentales de otras personas a un nivel tal que podemos darnos el lujo de responsabilizarnos de lo que piensan sobre lo que decimos
Si una persona le planta cara a una concentración grande de gente —una multitud digamos— para apaciblemente decirles «no tienen la menor idea de lo que están haciendo, ya no cuenten conmigo, a partir de ahora pueden arreglárselas como mejor se les antoje, me largo de aquí, buena suerte idiotas», es más probable que esa persona sea un hombre que una mujer. Incluso sustrayendo el «idiotas» de la despedida, va a ser muy difícil encontrar a una mujer que se atreva a armar en la vida real un suceso como el anterior (Hollywood, esa gran lavandería de cerebros, es otra cosa).
¿Qué ocurriría si la lectura de «Bambi, una vida en el bosque» -la novela original del austriaco Félix Salten publicada en 1923- fuese, junto con el examen de admisión, el nuevo requisito de ingreso a la universidad? La pregunta es buena porque no se trata de una obra menor; y mucho menos se trata de una obra menor para niños.
Bambi es la historia de un venado cola blanca que nace, aprende cosas sobre la vida en el bosque con otros animales, pasa por varios ritos de iniciación en su adolescencia y juventud, que coinciden con la muerte de su madre y el reencuentro con su padre, hasta que Bambi se transforma en un recio venado adulto. La novela armoniza elementos filosóficos sobre la vida, la muerte, la madurez y sus transformaciones, el ser humano y su relación destructiva con la naturaleza, el amor romántico y la lucha por la vida
Dimorfismo sexual es lo que visualmente marca las diferencias externas entre los sexos de una misma especie. Se presenta en la mayoría de las especies, en algunas más, en otras menos. Wikipedia lo define como las variaciones en la fisonomía externa, como forma, coloración o tamaño, entre machos y hembras de una misma especie. Se presenta en la mayoría de las especies, en mayor o menor grado.
Existe también el dimorfismo sexual cerebral, que alude a las diferencias anatómicas, químicas y funcionales entre el cerebro del hombre y el de la mujer.
Diferencias en regiones del cerebro asociadas al lenguaje, la memoria, las emociones, la visión, la audición y en la forma de orientarse en el espacio para ir de un lugar a otro, o para estacionarse en reversa.
Más comentarios sobre este último dimorfismo los dejaremos para otra ocasión, pero estuvo bien el mencionarlo, para familiarizarnos y adoptar el nuevo término: dimorfismo sexual.
En circunstancias normales, nadie tendría que hablar sobre el dimorfismo sexual más allá de lo que atañe a animales en el zoológico, a un viaje salvaje a la jungla, a alguna clase de zoología (el estudio de los animales) o de etología (el estudio de su comportamiento).