Categorías
Cultura Los más gustados Política

Un lugar donde vivir

«Es difícil saber por dónde empezar, si no empiezas con la verdad»
Marilyn Monroe

Voy a argumentar que el amor romántico —que tanto anhelan las mujeres en general— es profundamente incompatible con otras cosas que también anhelan con vehemente locura, como por ejemplo, el entronarse o el entronar a otras mujeres en altos puestos de autoridad. Esto incluye la presidencia de la república. Es un argumento de lo más interesante y que, por todas las disciplinas y facetas que involucra, no es fácil de elaborar en tan reducido espacio. Pero vale la pena intentarlo. Antes de empezar voy a tener que hacer algunas aclaraciones no muy de mi agrado, pero en beneficio de cierto tipo de lectores.

Aquí y ahora —como millones de mexicanos— puedo decir que estoy de «moderadamente» a «muy», y hasta «mucho muy» satisfecho por la mayoría aplastante con la que Claudia Sheinbaum triunfó y se convirtió en un molesto y traumatizante estorbo para las ambiciones malsanas de personas que nunca supieron —ni nunca le dijeron a nadie — qué les pasó, cómo fue qué se atrevieron a entrarle a la contienda para gobernar a México. Aún si yo perteneciese a una hipotética derecha verdadera, nunca hubiese visto a estas personas como una opción a votar.

Esto, en el corto plazo. Pero en un escrito sobre el mediano y largo plazos —como éste— los motivos para estar contento disminuyen. Se trata de una cuestión profesional, no personal. Estoy obligado a ver las cosas desde otros puntos de vista: a brincar de lo «agradable» a lo «interesante» y de ahí a lo «importante», aún si para muchos lo importante no termina siendo agradable.

Lo anterior significa que, Y SIRVA ESTO DE AVISO LEGALdecir lo que otros quieren escuchar para ganarse la simpatía unánime —y de paso fingir vasta «inteligencia emocional»— no encabeza la lista de prioridades del autor. Como filósofo de la ciencia y narrador, voy a tener que adoptar más bien la postura de un «estúpido emocional» que enfrenta casos de «sobredosis de empatía» que a mucha gente a estas alturas tanto daño les ha hecho y hoy las forza a preguntarse ¿en qué momento, y cómo fue que me alejé tanto de la realidad? Eh ahí una prioridad legítima, urgente.

Este texto está más dirigido a los hombres que a las mujeres (de cualquier edad). Estas últimas lo pueden leer si así lo desean, a sabiendas de que en un mundo esencialmente mixto, hay circunstancias en las que los espacios para hombres separados de los espacios para mujeres son una buena práctica.

Cualquier persona puede leer el presente texto a sabiendas también de que su autor no puede secundar aquella creencia —puesta en circulación por algún «gurú» de moda o «life coach» pasado de lanza— según la cual, toda persona en nuestros días, no solo es responsable de lo que dice, sino responsable también de lo que los demás entienden de lo que dice.

Una cosa es la necesidad y el deseo de expresarnos con la mayor precisión, claridad y eficacia de la que seamos capaces, y otra muy distinta, la arrogancia y soberbia megalómanas de pretender que podemos controlar los procesos mentales de otras personas a un nivel tal que podemos darnos el lujo de responsabilizarnos de lo que piensan sobre lo que decimos.

Por otra parte, una cosa es ser «empáticos» o «inteligentes emocionales» o «querer encontrarse a la mitad del puente con el otro» y otra muy distinta, el renunciar a nuestra forma de pensar para someternos a los sistemas de valores de otros, con tal de podernos comunicar en los términos que a ellos les gustan —que, dicho sea de paso— es lo que demasiada gente ha etiquetado —falsamente y para su propia desgracia— como inteligencia emocional.

Aún si este autor lo quisiera, existen razones varias para no estar de acuerdo con la idea de que «somos responsables de lo que piensan los demás entorno a lo que decimos». En primer lugar, nadie tiene porque estarse cuidando de no entrar en desacuerdo o en conflicto con los demás. A menos que viviésemos en un totalitarismo orwelliano estilo 1984 el desacuerdo es algo connatural a las relaciones humanas, el impulso vital que mueve al mundo.

En segundo lugar, la proclama asume la inexistencia de la mala fe (a secas), premisa innecesariamente frívola y riesgosa. En tercero, asume igualmente la inexistencia de personas acostumbradas a sustituir lo que escuchan por cosas que pueden comprender, o se les pega la gana comprender, por los motivos más diversos. Veamos algunos.

Algunas lo hacen porque legítimamente requieren más tiempo para meditar sobre lo que escuchan; otras porque no son muy inteligentes —o porque la mucha o poca inteligencia que tienen no la usan—; otras tantas lo hacen para autoengañarse respecto a alguna creencia fija en sus mentes.
Hay quien lo hace por el simple y llano ánimo de fastidiar al prójimo. Por último, algunas personas sustituyen lo que decimos por cosas que se les antoja comprender porque abrigan el deseo de ejercer sobre nosotros algún tipo de influencia o dominio. Y hay que admitir que muchas veces lo consiguen.

Un porcentaje probablemente alto de personas que lloran públicamente o se muestran abiertamente lastimadas u ofendidas ante lo dicho por otros, han aprendido la eficacia del chillar para tomar control de aquellas situaciones que no les gustan o no son de su conveniencia.
En forma similar, una persona que persuasivamente nos dice «tu eres responsable de lo que yo entienda de lo que tu dices» se está colocando a sí misma en una posición muy cómoda para gobernarnos, para manipular nuestra voluntad, para dominarnos mediante las emociones, o para ponerse a jugar con nosotros, a lo que se le antoje.

Un ejemplo de lo anterior es el que acabamos de dar párrafos arriba: hay muchas personas cuyo igualitarismo radical les hace reaccionar con enojo y violencia verbal ante la sola mención de que puedan existir espacios femeninos separados de los masculinos.
Calumnian el hecho con palabras sentenciosas y cargadas de veneno como «sexismo», «machismo», «misoginia», o peor aún, «discriminación», que ya figura en el código penal y puede llevar a una persona a la cárcel si el aporreo verbal y jurídico es muy grande. Por personas como esas, textos como este no pueden entrar en materia directamente, sino teniendo que hacer este tipo de aclaraciones.

En toda su vida, las personas referidas no han podido —o querido— ver las razones y los beneficios mutuos del ocasionalmente separar los espacios para hombres de los espacios para mujeres. Se trata de gente necia, o superficial, o confundida, o perturbada, o de mala fe, o simplemente idiota. En cualquier caso, es difícil tomarlas en serio, y evidentemente, son personas que no merecen nuestra confianza. No es a estas personas a quienes nos dirigimos. Si eres una de ellas, por favor suspende la lectura ahora mismo.

Si eres mujer y deseas continuar con la lectura de este texto, y quienes lo hagan probablemente lo encontrarán ofensivamente ameno, sincero y equivocado —sobre todo equivocado— debes saber que este es un texto redactado con la claridad y dureza que en círculos típicamente masculinos, no solo es bien vista, sino es conminada, exigida, agradecida y celebrada, por razones que el mismo texto explica más adelante.



Aclarado todo lo anterior, la historia que vamos a contar comienza hace cientos de miles de años. En la noche de los tiempos, con el despertar de la Tierra…


1. El despertar de la Tierra

Por más de medio millón de años de evolución biológica, la hembra del homo sapiens ha estado muy al pendiente de todo lo relacionado al sexo, la reproducción y los hijos y mucho menos al  pendiente de toda aquella parte de la realidad de la cual se ha ocupado el macho de la especie. A saber: un lugar dónde vivir.

Esto lo podemos comprobar en pleno siglo XXI prestando atención a los temas favoritos de conversación en cualquier reunión de mujeres—aún si son solteras y sin hijos— o entre grupos de estudiantes universitarias congregadas en aulas y pasillos.

Naturalmente que no estarán hablando de sexo o de hijos, sino de los temas adyacentes que preconizan la situación personal de cada quien: las relaciones dentro de la jerarquía social y de amigos, las peripecias y preocupaciones interpersonales dentro de la misma. Esto incluye los rumores, las intrigas tribales, digitales, etc.

No por nada las redes sociales —tan rebosantes de enredos, chismes, balconeos, «celebridades» y el mundo de la «farándula»— son los entretenimientos favoritos de millones: nos hablan de medio millón de años de comportamiento animal.

Por más de medio millón de años, la mujer no ha tenido que preocuparse demasiado por toda aquella parte de la realidad que no estuviese directa o indirectamente relacionada con el sexo, la maternidad y el cuidado de las crías al interior de la jerarquía social de la tribu.

Lepis Magna, costa de Libia, Imperio Romano, antes Cartago (900 A. de C.)

De esa otra parte de la realidad que no es la femenina se ha ocupado el macho de la especie:

Corriendo, cayendo, consiguiendo cosas, sintiéndose alguien, lastimándose, inventando, engañándose a sí mismo, encontrando lugares, aprendiendo a nadar, a hacer fuego, construyendo cosas, casas, siendo nadie, siendo nada, defendiendo, produciendo, suministrando, dejándose llevar (por una corriente), componiendo, arriesgando el pellejo, explorando, rompiéndose huesos, quebrándose el cráneo, ilusionándose, imaginando, perdiéndose, muriendo, volviéndose loco, desechándose, encontrando alimentos, hallando curas, despertando quien sabe dónde, levando anclas (para jamás volver), haciéndose a un lado, silbando, jugando, sirviendo a veces para algo, responsabilizándose de cosas, corriendo en dirección contraria, triunfando, echándose la culpa, persiguiendo animales, haciéndose caca, descifrando misterios, desapareciendo (en la oscuridad), riéndose de algo, abandonándose a las olas, hablando con algo allá afuera, hablando solo, callándose, retirándose muy lejos, haciéndose silencio, no desperdiciando, no haciendo desperdiciar, tiempo, recursos, lágrimas.

En otras palabras, el macho de la especie se ha ocupado de imaginar y construir un mundo, un lugar donde vivir.

Ayamonte, la pesca del atún – 1919 – Joaquín Soraya

«Yo creo que hay en la mujer —esencialmente— un conocimiento de la naturaleza, un contacto con el destino, muchísimo más profundo y muchísimo más definitivo, que el que puedan tener los hombres. Yo siento que los hombres finalmente terminamos siendo en el fondo unos niños que nunca acabamos de crecer. No sucede esto con las mujeres. La mujer tiene un conocimiento de la sabiduría esencial del universo que los hombres apenas adivinamos.»  Álvaro Mutis (entrevista)

2. Reproducción y sobrevivencia

Y es que, hay solo dos cosas realmente importantes que hace el ser humano (y que no enseñan las maestras feministas en el aula de clase): reproducirse y sobrevivir.

A semanas de nacidos, los bebés varones concentran su atención en los objetos y en el funcionamiento de las cosas (absortos en el movimiento de su propia mano, por ejemplo). comienzan a desarrollar una aptitud especial para reconocer objetos móviles en tercera dimensión.

Las bebitas, en cambio, rápidamente pierden interés por los objetos y enfocan su atención en los semblantes humanos, los humores y las emociones de la gente en su entorno. Desarrollan habilidades para comunicarse y reconocer olores, colores, sonidos e imágenes estáticas

Desde bebés fijamos la atención en cosas distintas según nuestro sexo

Por millones de años, hombres y mujeres han buscado complementarse para reproducirse y sobrevivir. Bendición o maldición —eso lo decide la actitud e inteligencia de cada quien— a la mujer le toco reproducir a la especie y al hombre asegurar su sobrevivencia construyendo un lugar en el mundo dónde vivir. ¿Por qué? Porque es lo que mejor sabe y puede hacer cada uno. ¿Cómo podemos saberlo? ¿hay manera de comprobarlo? Sí, con una sencilla adivinanza.

Adivinanza:

—Un ser humano paga $97 pesos por un café acaramelado ¿qué sexo tiene ese ser humano?
—Femenino, es una mujer: tiene un par de cromosomas XX
—¿Cómo lo sabes?
—Por que ella es genial, ella es lo máximo, ella lo vale, todo eso y más
—Sí, pero conozco hombres que también pagarían $97 por…
—No cuentan.
—Felicidades, entendiste la adivinanza

La búsqueda de la igualdad entre los sexos —como si hombres y mujeres fuesen para todo intercambiables y guardasen una relación de simetría en lugar de complementariedad— no solo es una búsqueda absurdamente imposible y estúpida— sino también autodestructiva de los individuos, de la sociedad y de la especie. Quienes la buscan de manera ideológica y fanática, no hacen sino exhibir su profundo desprecio hacia el ser humano y su dignidad, su profundo desprecio hacia sí mismos.

Antes de destruirse físicamente, hombre y mujer primero se autodestruirán psíquicamente. Ya lo estamos atestiguando: el siglo XXI es el siglo de las enfermedades mentales y la desintegración social: cada quien quiere «curarse» una identidad personal propia, frecuentemente a partir de premisas falsas o imposibles, generadoras de frustraciones, resentimientos artificiales, locura y en ocasiones hasta muerte.

Barco en mar tormentoso – 1849 – Ivan Aivazovsky

3. Complementarios no simétricos: hechos para cooperar, no para competir

Y es que las maestras feministas tampoco están enseñando en el aula de clases, lo siguiente: hay una gran diferencia entre una relación simétrica de igualdad (y frecuentemente competencia) y una relación complementaria y de reciprocidad en donde se da la cooperación para un mismo fin.

Los machos y las hembras de todas las especies cooperan y se complementan para reproducirse y sobrevivir. Jamás compiten entre sí porque pondrían en peligro sus vidas y a la especie.

Los hombres y las mujeres no evolucionamos para competir entre nosotros en las aulas de clase, en las oficinas, en los quirófanos, en las instituciones. Ciertamente no evolucionamos para competir por la presidencia de la república. Evolucionamos para complementarnos sexual, emocional, racional, materialmente.

La ideología de género —con su insistencia mentirosa y cretina en negar la dimensión biológica del ser humano— ha envenenado el discurso público sobre la naturaleza de la relación entre los sexos. La realidad —por supuesto— es otra.

La Torre de Babel (1563) Peter Bruegel

La realidad es que uno busca lo complementario en su opuesto, no en lo igual. Uno busca lo equivalente, no lo idéntico: el equivalente a una mujer con atractivo sexual no es un hombre con atractivo sexual sino un hombre con autoridad y estatus. El equivalente a un hombre con autoridad y estatus no es una mujer con autoridad y estatus, sino una mujer con atractivo sexual. Ambos son arquetipos culturales ancestrales —pensemos en La Cenicienta— cuya genealogía hunde sus raíces muy hondo en nuestra herencia biológica, trascendiendo la dimensión cultural misma.

Por esta razón, acusar a una mujer de que está utilizando su atractivo sexual para gustarle a un hombre con autoridad y estatus es tan injusto, insensato y estúpido como acusar a un hombre de que está utilizando su autoridad y estatus para gustarle a una mujer con atractivo sexual.

Sé que a estas alturas, muchas personas desviarán una mirada canina hacia otro lado pensando que las personas no somos animales.

Sé también que lo anterior probablemente enfurecerá a muchas mujeres convencidas de que su naturaleza y energía femeninas no son una realidad biológica sino una «construcción social» impuesta por «el patriarcado» y «una sociedad machista».

Frente a este tipo de reclamos —excluyentes categóricos de cualquier oportunidad para ampliar el campo de visión— no hay más que repetir lo que solían decir las abuelas de antaño cuando encaraban gente necia: «con su pan que se lo coman». Eso es: con su pan que se lo coman.

Nadie en particular, que podamos señalar como culpable, inventó la biología evolutiva. Es una disciplina científica que ha sido desarrollada por muchas generaciones de seres humanos a lo largo de décadas, o siglos.

En cuanto a mi, autor de este texto, yo solo paso la información, bien o mal, para quien desee conocerla, o bien para quien a estas alturas ya se esté dando cuenta de que el ignorarla conlleva riesgos muy grandes.

4. La biología evolutiva del amor romántico

Aparentemente, mucha gente buena y de buenas intenciones no logra, o se resiste a ver, la relación causal entre el feminismo contemporáneo, la desaparición del amor romántico, y la imposibilidad para muchas mujeres de experimentar ese amor en esta vida: la amargura y desesperanza por un amor cuya posibilidad se ve cada año que pasa más lejana, más encanecida, más inalcanzable, para miles, si no es que millones de mujeres.

La lavandera – 1887 – Henri de Toulouse Lautrec

Pensemos en el siguiente silogismo:

a) El feminismo destruye al amor romántico
b) Soy feminista y lo seré hasta la muerte
c) ¿En donde quedó el amor romántico? (lágrimas)

Muchos pensarán que el anterior silogismo es tan obvio que parece tonto. Pero no es un silogismo tonto, solo un poco solipsista

Ha llegado el momento de dar una noticia buena, y una mala. La buena es que el amor romántico ha sido crucial para la supervivencia del homo sapiens desde hace al menos medio millón de años, cuando nuestro cerebro creció de tamaño, los años de cuidado post-natal se alargaron y cuando el hombre tuvo que formar parte del círculo de cuidados de los hijos porque las mujeres del clan ya no podían hacerlo solas.

El amor romántico ha sido importante porque no somos una especie precocial como los caballos, los venados o las jirafas, que nacen y empiezan a brincar y a buscar alimento, sino altricial: debido al tamaño de nuestro cerebro y nuestro sofisticado y largo periodo de aprendizaje y maduración sexual, necesitamos años de cuidados, después del nacimiento. Nacemos casi ciegos, vulnerables, a muchos años de ser autosuficientes.

En algún momento de la evolución biológica el macho empezó a formar un vinculo material, territorial y afectivo con la hembra para cuidar a los hijos.

Esto además ayudó al macho a asegurarse de que fueran sus hijos y no los hijos de otros machos los destinatarios de sus recursos y cuidados (en biología esto se conoce como inversión parental).

En la cama – 1893 – Henri de Toulouse Lautrec

Nació con ello el amor romántico. Tardamos tanto en madurar sexualmente, que somos la única especie en el planeta con una niñez y una adolescencia o pubertad como etapas de desarrollo. Esa ha sido la buena noticia. Ahora viene la mala. Bueno, dos malas.

La primera noticia mala es que el enamorarse es privilegio de la mujer. El privilegio del hombre es la libertad para andar por el mundo. Cuando tratan de intercambiar estos privilegios (hombre enamorado, mujer que anda libremente por el mundo) Dios los castiga implacable, despiadada, cruelmente —aún si no se cree en Dios o en algo parecido—.

La segunda mala noticia es que, todo ese desarrollo que tardó miles de años de evolución biológica y cultural en gestarse, está hoy roto, tristemente quebrado y con pocas posibilidades de recuperarse en la sociedad de consumo.

5. El amor romántico en la sociedad de consumo material y digital

En la sociedad de consumo y de libre acceso a teléfonos inteligentes, todos los días se nos despoja de nuestras identidades intelectuales, culturales, nacionales, familiares, políticas, religiosas, deportivas y hasta sexuales (pero solo si nos dejamos).

En el contexto de ese boquete espiritual que la sociedad de consumo produce todos los días —y que todos los días pretende llenar con cada vez más consumo y más teléfonos móviles que compitan con nosotros en inteligencia— utilizando, y a veces abusando, de toda la tecnología a su alcance, la mujer decide que es momento de exigir «igualdad». No se ha dado cuenta —nadie le ha dicho— que, sin darse cuenta, también está exigiendo su profunda desdicha.

Una vez que rompemos con todos los tabús, estereotipos y prejuicios para ser «libres», lo único que sobrevive es el mercado, el cual todo lo comercializa y todo nos lo vende de vuelta para esclavizarnos. ¿En dónde queda la libertad? No hay libertad, toda nos ha sido revendida. Resulta que todos esos «estereotipos», tabús» y «prejuicios» con los que rompimos eran lo único que nos protegía del mercado, hoy propietario, amo y señor de nuestras vidas.

Es en este contexto libre de «estereotipos» y «prejuicios» que la mujer está exigiendo una igualdad y autonomía —financiera sobre todo— que le permita huir de todo acto de reciprocidad hacia el varón como si tal acto de justicia fuera la mismísima peste. La misma mujer que exige igualdad, también exige la opción a renunciar a cualquier forma de reciprocidad por cualquier beneficio obtenido. Con quien sea. Exige además toda clase de derechos absolutamente al margen de cualquier tipo de responsabilidades ¿Y entonces qué sucede?

6. La guerra contra la realidad

En ese momento su biología la traiciona ¿y qué es lo que más desesperadamente exige ella en un hombre? Un compromiso y comportamiento tradicionales: la fidelidad, la responsabilidad, la solidez, el aplomo, la abundancia de recursos, el liderazgo de un hombre imperturbable, intraumatizable, duro como una piedra. Un hombre ante quien ella jamás tenga que ser la primera en decir «hola» porque él es capaz de leer la mente, estar en el lugar correcto y actuar con audacia en los momentos precisos. Un muerto vivo, un payaso ecuánime, sobrio, bien equilibrado.

Le Château des Pyrénées – 1959 – René Magritte

Y a cambio de ese esposo tradicional ¿ofrece ella una esposa tradicional? No, ella ofrece una mujer empoderada, tatuada, trasquilada, ensoberbecida, investida de autoridad, aliviada de responsabilidades por el marco jurídico, que no necesita nada de nadie, en especial ella asegura «no necesitar nada de ningún hombre».

Esta mujer exige igualdad, pero no la igualdad social rojiza de los años 60s, sino una igualdad pecuniaria narcisista-materialista respecto a cualquier varón que ella tenga enfrente, mientras no sea pobre. El problema del dinero es que es unisex: corrompe igual al hombre que a la mujer.

Y si ocurre que ese varón resulta ser su esposo o prometido, ella estará exigiendo «igualdad» a un hombre que, por instinto biológico, escogió, precisamente por estar a años luz de ser igual a ella, es decir, por tener un estatus mayor, o mucho mayor, que el que ella tiene. La mujer artificialmente «empoderada» es una figura generalmente antagónica con la formación y mantenimiento del núcleo familiar.

La mujer es la primera en establecer los parámetros de desigualdad que habrán de regir su relación con los hombres por el resto de su vida. Típicamente lo hace a partir de la adolescencia, cuando ella escoge a su primer canchanchán para que sea su novio.

7. Bienvenidos a la «She Economy»

Cuando Claudia Sheinbaum dice «estamos jugando un rol diferente las mujeres, no queremos nunca más volver a ser menos« se está refiriendo, no solo al hecho de que las mujeres estén asumiendo más roles masculinos, sino sobre todo al deseo de acceder directamente al mercado vía sus teléfonos inteligentes y sin intermediación del hombre: su deseo de acceder y volverse parte del mercado tanto como objetos de intercambio, como empleadas del sistema o «prestadoras de servicios», y también —desde luego— como consumidoras.

Quien antes hilaba amorosa, creativa y significativamente el tejido social y personificaba el corazón mismo de las comunidades, quien vitalizaba y cultivaba los vínculos familiares y sociales, ahora es persuadida para convertirse en un commodity para el mercado, un bien comercial en un aparador o vitrina, un ente cosificado y amputado de todo lo importante en la vida: un ente asexuado o bien sobre-sexualizado que saca fotocopias, hace pedidos de comida para llevar, va a sus clases de yoga, paga a su psiquiatra con su propio dinerito, y llama a eso «nunca más volver a ser menos».

Estamos hablando, nada menos, que de la «she economy» tan celebrada por los titiriteros globales, y de eso está hablando Claudia en el fondo. El ingreso masivo de la mujer a esta «she economy» y la abolición de la familia —único islote de salvación del mundo contra los antivalores del mercado— marca un punto de no retorno en el que nuestro mundo transitó de una economía de mercado a una sociedad de mercado.

La diferencia es que, en una economía de mercado lo que está a la venta son los bienes y servicios que produce las personas en una sociedad. En una sociedad de mercado lo que está a la venta son también las personas, sus dinámicas humanas y sus relaciones, sus apegos, afectos, filiaciones sentimientos, sus valores morales, políticos, estéticos, todo es sujeto de compraventa.

El «Orden natural» versus la «She economy»

En una sociedad de mercado todo lo que el dinero no debería comprar puede ser comprado —y peor aún— sólo puede ser comprado. A partir de este momento todo está a la venta, irónicamente bajo el patrocinio de la izquierda mexicana y en nombre de «nunca más volver a ser menos» ¿Es posible imaginar un fenómeno social más diabólicamente perverso que la «she economy»? ¿La venta de armas?, ¿el tráfico de drogas? ¿las redes de tráfico de personas? ¿la destrucción antropogénica de la biósfera planetaria?.

En cuanto a poder de destrucción del ser humano, nada parece siquiera acercárcele. La she economy parece más bien, detonar y potencializar en el siglo XXI casi todos los males contra los que la humanidad luchó en el pasado siglo XX: la injusticia social, el relativismo y decadencia morales, la pérdida de sentido, la pérdida de identidad, las enfermedades psíquicas, la violencia a todas las escalas, los totalitarismos y las dictaduras, que ahora serán tecnológicas y militares en lugar de sólo militares.

En un análisis menos superficial, Claudia no está realmente hablando de dignidad humana, ni de un lugar significativo para las mujeres en la sociedad en congruencia con su biología y su propio reloj biológico. Tampoco está hablando de familias nucleares o extendidas florecientes, rebosantes, como base de una sociedad sana y viable.

De lo que está hablando Claudia es del ingreso directo de las mujeres al mercado sin intervención del hombre —o haciendo un uso abusivo de la tecnología para sustituir al hombre, que es su media naranja en la evolución—, cueste lo que cueste y con tal de —según ella— «nunca más volver a ser menos».

8. Resentimientos artificiales: enfermedades mentales y sociales

Este extraño y mentiroso «igualitarismo de género» automáticamente coloca a casi cualquier mujer en un  estado permanente de ansiedad, frustración y resentimiento artificiales. Las coloca en un estado mental capaz de originar las más sofisticadas, en muchos casos incurables, enfermedades mentales y sociales, los más inverosímiles y destructivos infiernos de rencor femenino hacia el hombre.

Muchacha en actitud de querer proyectar algo (?)

Del fenómeno —difícil de anticipar hace una o dos décadas— de las «jetitas torcidas» que vemos en tantas mujeres jóvenes, entre resentidas y retadoras, caminando por las calles y los centros comerciales de prácticamente todas las grandes metrópolis, ya mejor ni hablemos. Es obvio que algo no anda bien (empezando por películas como Frozen, en donde por primera vez se empezaron a ver semejantes comportamientos).

El feminismo contemporáneo está, por un lado, socializando a las mujeres a vivir con el reloj biológico del hombre, y por el otro, forzando una igualdad doméstica y política muy destructiva entre hombres y mujeres que son fundamentalmente complementarios y felizmente desiguales. Cuando esto este fenómeno es forzado en el ámbito económico, cosas malas empiezan a ocurrir.

9. Igualdad de género que profundiza desigualdades sociales

Históricamente, cuando la mujer entra súbitamente al mercado de trabajo, la demanda de empleo remunerado se duplica sin que se duplique la oferta, generando dos efectos económicos extremadamente dañinos para la salud social y de las personas:

Primero, se devalúa el valor del trabajo para poder dar cabida al doble de gente que quiere empleo —tanto a hombres como a mujeres— porque no se ha logrado equilibrar la demanda con la oferta de empleo disponible. Este fenómeno se agudiza en economías menos desarrolladas como la mexicana.

La depreciación del valor del trabajo no solo es económica sino también simbólica y mental: románticamente hablando ¿qué tanto le va a alterar el pulso a una mujer, el ver a su esposo entrar por la puerta, exhausto al final del día, sabiendo que comparte un espacio de trabajo con muchas mujeres haciendo lo mismo que él?

Difícilmente se sentirá halagada. Esto refuerza la tesis de que cuando los sexos compiten en lugar de complementarse entre sí, el respeto mutuo disminuye. Refuerza también la idea de que nuestro modelo de civilización y de progreso, basado en la hiper tecnologizacion y una economia global abstracta, ya no cumple las expectativas humanas.

De pronto todos se sorprenden que el ingreso de uno de los cónyuges «no alcance» para aplacar las fauces de la sociedad de consumo, y entonces «se vea obligada la mujer» a «tener que trabajar» para completar el ingreso familiar.

Segundo, se profundiza la desigualdad en el ingreso entre clases sociales debido a que, para darle empleo a cada mujer que exige trabajo y equidad salarial, el sistema se ve obligado a quitarle el empleo al esposo de otra mujer en un substrato inferior de la jerarquía de oportunidades, para dárselo a ella.

Lo anterior da lugar a su vez a que haya parejas con dos empleos de tiempo completo y parejas en las que ambos están subempleados o desempleados, ampliando las desigualdades sociales macroecononómicas.

Grupo de feministas estallando en mil pedazos

Este fenómeno se extiende después globalmente entre países ricos y países pobres. Luego los países ricos exportan su feminismo a los países pobres, mismos que quedan sepultados bajo 389 mil millones de kilómetros de mierda y congoja que sus habitantes no saben explicarse a sí mismos, y mucho menos a sus hijos.

10. Toda mujer es un país de un solo habitante

La política de empoderamiento de estudiantes mexicanas a través de becas de estudios en el extranjero ofrece algunas lecciones importantes para quien las quiera aprender. Más allá de la fuga de cerebros que siempre ha existido, mi experiencia y la de muchos ex-becarios varones que conozco es que son extremadamente raras las becarias mexicanas en el extranjero que regresan al término de sus estudios, casi todas acaban casándose y quedándose a vivir en otro país.

CONAHCYT: ¿agencia de citas y colocaciones matrimoniales para jóvenes mexicanas?

El Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (CONAHCYT) se ha convertido en algo muy parecido a una agencia de citas y colocaciones matrimoniales para mexicanas en el extranjero. Es difícil para muchos no llegar a la conclusión —al menos preliminar— de qué dar dinero a las muchachas para que estudien fuera parece, en la mayoría de los casos, una mala inversión para el país.

Y esto —ya he elaborado el punto en otra parte— es porque, ante todo y sin importar cuál sea su nacionalidad, toda mujer es un país de un solo habitante. Su nacionalidad es ella misma y no le debe nada a nadie mas. Suena algo extraño, sí, pero solo por unos instantes: la mujer no tiene una nacionalidad en el sentido masculino de la palabra. Su primera, original, y más legitima patria, nacionalidad y territorio es ella misma. Y a donde sea que ella vaya, irá su país consigo misma.

De manera que, todo este estercolero digital y borrachera ideológica de empoderamiento que nos gobierna, ha producido una sociedad en la que la opción —imaginaria y fallida— para muchas mujeres profesionistas es irse a algún sitio turístico internacional, o irse a caminar en tacones altos por las calles de algún país más rico que el suyo, al otro lado del planeta, en busca del príncipe azul que ellas creen que merecen.

He aquí a una mujer que ya no estará satisfecha con tan solo un hombre de mayor estatus. Ella solo estará satisfecha con un hombre de mayor estatus que además viva en otro planeta. O bien, ella ya no busca un mayor estatus local sino un mayor estatus planetario. Si se prefiere. En cualquier caso, amputada de su familia, amistades, lugares, lengua.

Algunas lo lograrán, pero la pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿significa eso que el resto vivirán amargadas, resentidas, experimentando cada día como una sobredosis de hiper-super-encabronamiento con la realidad machista, misógina, patriarcal, estereotipante, etc. que nunca les permitió desarrollar todo su potencial, sus sueños preciosos?

Estamos delante entonces, de un tipo de comportamiento que ya no podría ser más animal, en pleno siglo XXI, por más que el feminismo y sus ideologías hermanas, se emperren —se emperren— en negar la biología humana que nos rige a todos.

Naturalmente que la opción —también imaginaria y fallida— para muchos hombres en países ricos, es buscarse una esposa en un país o región más pobre que el suyo (una becaria CONAHCYT) que piense que ellos son unos príncipes azules.

Ofelia (1852) John Everett Millais

Para el hombre pobre, la opción es dejarse tiranizar por una feminista de buenos ingresos y belleza indeterminada, que lo tenga perfeccionando sus «nuevas masculindades», viviendo en un bonito departamento, en alguna bonita ciudad del llamado «primer mundo», hasta que truene.

Estas cavilaciones tienen el propósito realista de hacernos aquilatar el inmenso —con frecuencia excesivo— poder que actualmente tiene toda mujer por el solo hecho de haber nacido mujer (ahora empoderada, por nada menos que nosotros los hombres y las instituciones que creamos).

Estas cavilaciones quizás también nos permitan comprender porqué es que todas sus exigencias y «necesidades» de igualdad —vivamos en una sociedad de consumo digital o no— son en gran medida imaginarias, destructivamente injustas, e incompatibles con las únicas dos cosas realmente importantes que hacen los seres humanos: reproducirse y sobrevivir.

11. Verdad de la vida número 95,685,946

El amor romántico solo puede florecer cuando los comportamientos del hombre y la mujer están alineados con su biología. El amor romántico muere cuando la mujer declara la guerra contra la realidad a través del feminismo. Guerra además que no tiene posibilidad alguna de ganar.

Verdad de la vida númoero 95,685,946: es fundamentalmente imposible una relación romántica y llena de amor con una feminista. El problema no es que el varón reúna la valentía o la falta de prejuicios para amar a una feminista, el problema es que ella lo llegue a amar a él: con amor como el de la feminista ¿para qué necesita un hombre que lo odien? «¿Nuevas masculinidades?» …. por favor.

Las guerras feministas han escogido un enemigo frío, invencible, que no necesita ir a la guerra con nadie: la realidad. La idea de que los hombres podemos incursionar en lo que las feministas llaman «nuevas masculinidades» es otra más de esas guerras en contra de esa realidad.

12. «Nuevas masculinidades»: la ofensa

Su solo planteamiento ofende la dignidad y la inteligencia, impide que nazcan relaciones sanas entre hombres y mujeres y destruye las relaciones ya existentes. Esto es porque las llamadas «nuevas masculinidades» van en contra de la experiencia común de la gente, en contra del buen gusto estético y en contra de más de medio millón de años de evolución biológica.

Para agregar insultos a las heridas, quienes abanderan esta causa son las primeras en sabotearla: hoy sabemos —a varios años de iniciada su guerra— que las mujeres no premian sino castigan sexualmente y acaban aborreciendo la unión conyugal con aquellos hombres que practican las «nuevas masculinidades».

Cuándo el feminismo declara la guerra a la realidad y a la biología humana emprende una guerra mortal contra el romance. Mortal porque hace uso de la política para poner en operación una estrategia fatal: ganar o destruir.

13. Ganar o destruir

Como les es biológicamente imposible ganar, el feminismo se ha dedicado a destruir. Porque no hay nada más contrario al feminismo que el amor romántico. El amor bello y paroxístico entre los sexos es una de las conductas más antitéticas al feminismo.

Ahora bien, muchos conciben el feminismo como lo opuesto al machismo. Esto es incorrecto: el machismo y la misoginia son elementos integrales y consustanciales al feminismo.

El machismo, al igual que la misoginia, son conceptos «espantapájaros» (en inglés «strawman argument»). Se le llama así a la falacia lógica de hacer una representación deliberadamente maniquea de algo con el objetivo de poder atacarlo más cómodamente y con mayor dramatismo.

El feminismo reinventó el machismo y puso en circulación la palabra misoginia para funcionalizarse como ideología, y para tratar de dotarse de una cierta coherencia argumentativa y discursiva (postizas, desde luego). ¿Por qué nunca oímos hablar de la misandria: la aversión a los hombres? El pan nuestro de cada día.

En este contexto, a Claudia Sheinbaum, —que, dicho sea de paso, me cae muy bien, no es nada personal contra ella— digamos que le tocó jugar el malhadado rol de la sepulturera mayor.

Estudio de mujer poniéndose una media 1887 – Henri de Toulouse Lautrec

14. Oficio: enterradora

Con el perdón de todas, si las feministas son vistas por muchas personas como un ejército de sepultureras, enterradoras del amor romántico, a Clau le toco ser la sepulturera mayor. La presidenta enterradora. Un rol no muy agraciado.

Aunque menos agraciado es quizás el rol que está jugando López Obrador cuando —embelesado— declara públicamente cosas como «Claudia es una giganta» o «ella va a ser la mejor presidenta del mundo» «México ha sido bendecido» y cosas por el estilo, producto de un anhelo ansioso por entregar la estafeta a algo así como «la asistente de su más entera confianza».

Como quien encarga unos chongos zamoranos al convento de monjitas de su confianza: Claudita se encargará de la 4T. Que linda la Claudita, tan trabajadora, tan lista, tan limpiecita, vistiendo todos esos trajecitos sastre blancos que la hacen ver como un ángel de la guarda en estas horas decisivas.

A ver con qué nos sale Clau. Con el respeto que merece el caso, cuando López Obrador muestra emociones incontinentes como estas, semeja un personaje de tragedia griega, presagiando el desastre con el tipo de declaraciones incautas capaces de cebar la realidad.

Dice estar concluyendo su sexenio con un sabor de boca «dulce» porque cree (o quiere creer) que está legando todo su capital político a «una giganta».

15. La dulzura de los chongos zamoranos

Andrés Manuel López Obrador pertenece a una generación de hombres cuyas mujeres, típicamente eran sosegadas, tranquilas y no confundían la condición humana con el «patriarcado» o el «machismo» para dar golpes bajos y acumular poder político. El presidente no conoce ni ha experimentado la amarga y destructiva toxicidad del feminismo, ni en carne propia, ni en la domesticidad de su propio hogar.

El presidente —distraído por lindos anhelos— no está prestando atención a lo que hay detrás de su «tiempo de mujeres»: a saber, el muy posible envenenamiento ideológico —no digamos ya del amor romántico que endulza y hace posibles las relaciones entre los sexos— sino el envenenamiento aún más amargo y truculento del tejido social. Esto último merece una explicación.

Las mujeres no forman sociedades solo las reproducen

Una sociedad comandada por mujeres puede ser viable en el corto plazo, pero solo cuando la transferencia de toda una estructura en funcionamiento y la inercia política dejada por el hombre lo permiten (como es el caso del cambio de estafeta López Obrador-Sheinbaum).

16. La mujer es agua,
el hombre contenedor

El acervo histórico-antropológico de la humanidad sugiere que una sociedad comandada por mujeres es inviable en el mediano y largo plazos, tanto para los hombres como para las mujeres. ¿A qué se debe esto?

No hay registros históricos de sociedades matriarcales prósperas o estables porque, las que podrían haber existido, no han trascendido lo suficiente como para dejarnos algún tipo de legado cultural o modelo de sociedad significativo. ¿Por qué no?

Porque las mujeres, si bien reproducen biológicamente a la especie, por sí mismas no evolucionaron ni psicológica ni cognitivamente para formar sociedades, y mucho menos para incorporar la dimensión masculina a la organización civilizada de las mismas. Cada vez que la mujer pretende e insiste en asumir estos roles —y el hombre domado sexualmente se lo permite— el conjunto social degenera y muere.

En combinación con la tecnología y la sociedad de consumo actuales, tan pronto las mujeres alcanzan autonomía en sus decisiones, ellas parecen preferir más la poligamia con un «hombre poderoso» que la monogamia con «hombres mediocres» es decir con todos aquellos que no están en la cima de la jerarquía social. En la era digital, esta situación se recrudece por los espejismos de «lo real» mezclados con el empoderamiento femenino a cuenta —y por culpa— del propio (estúpido) hombre.

Así es, el predominio del criterio femenino en la organización de grupos humanos—en el mejor de los escenarios— acaba adoptando el poliamor y la poligama como los patrones estándard de reproducción de la especie, que no son compatibles con sociedades pacíficas y felices (que ellas tanto dicen querer) sino con sociedades cultural y económicamente atrasadas y embrutecidas por su propia violencia y aflicción anímicas.

Tenemos siglos de evidencia acumulada de lo anterior en todas las culturas de todas las épocas. En su comportamiento, la mujer es como el agua: adopta la forma del recipiente que la contiene ocupando todo el espacio disponible … pero jamás es el recipiente.

Ese recipiente es el hombre. El hombre junto con la civilización y las estructuras sociales y culturales que el hombre produce para poder sobrevivir y elevar la condición del ser humano por encima de la vida salvaje y los animales silvestres. Una mujer al frente de una nación es un hecho ontológicamente absurdo. Tan es así, que el decirlo una sola vez no basta, hay que decirlo al menos otra vez: una mujer al frente de una nación es un hecho ontológicamente absurdo.

Absurdo y peligroso si es mantenida en el poder el tiempo suficiente. Lo único que da cuenta de su circunstancia es que en todo grupo humano siempre existirá una proporción muy reducida de mujeres «contenedores» que aprenden a imitar ciertos rasgos del comportamiento y pensamiento masculinos. Sin embargo…

Hallazgo en el muro de «facebook» de una estudiante universitaria

El que algunas mujeres con rasgos de personalidad excepcionales y atípicos se hayan ganado por méritos propios un lugar en la jerarquía de poder, no les da el derecho a utilizar el anzuelo más o menos fraudulento de un presunto «tiempo de mujeres» con fines electorales, como insiste en hacerlo Claudia.

El proceder de estas mujeres no es legítimo porque ellas saben perfectamente bien que el grueso de la población femenina no tiene las aptitudes cuasi-masculinas que ellas sí tienen, no obstante, abanderan la causa de «la mujeres» para hacerse de millones de votos pese a que en el fondo ellas mismas saben que se trata de un engaño, o algo muy parecido a un engaño de ellas hacia la multitud.

Black Magic – 1945 – René Magritte

El que existan este tipo de mujeres tampoco es razón para que los gobiernos echen a andar proyectos de ingeniería social para empoderar de manera artificial a todas las mujeres para que ocupen puestos de autoridad como si ocupar la más alta jerarquía se tratara de un asunto de «justicia» o de «igualdad de género». Sin esta ingeniería social y de manera orgánica y natural la mayor parte de las mujeres seguirán siendo mujeres, y los hombres, hombres.

Instrumentar la estrategia contraria de manera artificial es algo muy parecido a un suicidio social. El problema es que ese suicidio social ha sido convertido en una de las industrias más lucrativas del siglo XXI. Pocas cosas son más lucrativas como el dinamitar las relaciones de pareja y desmembrar al núcleo familiar en sus partes constitutivas para luego convertir cada una de ellas en jugosísimos «nichos» de mercado, potenciados a su vez por amplios catálogos de patologías mentales.

Las mujeres nacen con un don —el de aliviar el sufrimiento— del que los hombres carecen. La feminista empoderada no solo no ejerce ese don sino que lo sepulta para siempre y permite que la persecución irresponsable y egoísta de sus objetivos la conviertan en productora de mayor sufrimiento humano, incluyendo el sufrimiento que se ocasiona a sí misma.

17. Dos monopolios en (des) equilibrio

Toda mujer nace valiosa y con estatus, el hombre nace valiendo muy poco y tiene que trabajar toda su vida para ganarse un lugar, un estatus social. De ahí que la vida pública, los recursos, las finanzas y las instituciones sean monopolio de quien las crea: el varón.

Monopolios en desequilibrio, hombres y mujeres compitiendo, problemas en el horizonte

La mujer tiene su propio monopolio natural: el sexo, la reproducción, los hijos, la vida privada y la aceptación o rechazo sociales. Para «vivir una vida libre de violencia» ninguno de los dos debe querer arrebatar parcial o totalmente el monopolio natural del otro, ya que las familias corren el riesgo de desintegrarse, y la sociedad, de volverse inviable y desaparecer.

Las sociedades comandadas por mujeres no perviven porque su premisa de inicio es que ambos monopolios deben ser suyos, no conciben el equilibrio de poder entre los sexos: en su visión de túnel, los criterios, intereses y hasta caprichos femeninos deben prevalecer por encima de los del varón.

Naturalmente que hay un serio problema con semejante visión de túnel: la mujer por sí misma —como ya hemos argumentado más arriba— no produce cultura, ni instituciones, ni orden social, ni sociedades viables, solo las llega a «administrar» por un tiempo limitado una vez creadas por el varón. Por lo tanto, sus criterios, —tomados en su conjunto—, siempre serán conflictivos y disfuncionales con la creación de un orden político permanente y con el ejercicio del poder político en sí.

Para que se entienda: una mujer aspirando a crear un sistema político con criterios de mujer, tiene menos probabilidades de algún día ver sus sueños cristalizados en una sociedad próspera y mínimamente viable para todos sus habitantes en el mediano y largo plazos, que el más corrupto, idiota, mafioso, falto de imaginación, egoísta y autoritario cacique matón, que se haya fijado, sin embargo la disposición de establecer orden, institucionalidad, bienestar y trabajo en una comarca. Esta ha sido la historia del mundo, en toda su gloria y tragedia, y así lo seguirá siendo mientras el ser humano siga siendo humano, mitad animal, mitad ciudadano.

La marca simbólica que una «mujer presidenta» es capaz de imprimir en el «espíritu de los tiempos» de un pueblo —es decir en el zeigeist mexicano— es algo casi aterrador como presagio. Simboliza el «mal agüero» de las sociedades antiguas que estuvieron próximas a la extinción.

18. El paraíso perdido

«Yo hice lo que tenía que hacer, pero tu faltaste a tu deber: tu obligación no era prestarme oídos y caer, sino protegerme de mi misma» recrimina Eva a Adán en los momentos previos a su expulsión del paraíso, en la magna obra de John Milton «El Paraíso Perdido»

No es trabajo de la mujer ser conscientes o responsables del orden social y sus estructuras. Siempre ha sido obligación del varón proteger a la mujer del mundo y de sí misma, aún en contra de su voluntad (o en especial, cuando es en contra de su voluntad).

Siempre ha sido un trabajo ingrato y sucio, un trabajo silencioso, censurado y a veces amordazado, que el hombre siempre ha realizado de buena gana, por cientos de miles de años desde la noche de los tiempos. Hoy tenemos a un presidente exitoso y popular, que en la última recta, decide claudicar a esa tarea. ¿Por qué?

La rueda de la vida – 1942 – Gustave Vigeland

19. Tiempo de mujeres

Conociendo la inteligencia política y el dominio maestro del mensaje oblicuo, sutil y de efecto retardado de AMLO, es posible que detrás de tanta adulación y fanfarria descarrilada y bochornosa haya una especie de «pedagogía de la intimidación y la advertencia» hacia la presidenta electa para dejarle saber con suficiente anticipación «en qué se está metiendo», que los costos de querer ocupar el lugar del hombre son altos y que la necesidad de su reemplazo a medio sexenio —a-la-sánchez-cordero— no es un escenario deseable pero tampoco imposible para nadie. Cabe esa posibilidad.

La rueda de la vida – 1942 – Gustave Vigeland

Pero cabe también la posibilidad de que, acorralado o hipnotizado por el «espíritu de los tiempos», por el zeigeist mexicano actual, el presidente no se este percatando de que el cambio de estafeta hacia «un tiempo de mujeres», nos lleva  hacia un regimen político quizás algo vengativo y activamente castrante (en el sentido más feo y vulgar del término).

Proclama feminista tras protesta callejera (posiblemente en Argentina o España)

20. La muerte de la «condición humana» y el nacimiento del «patriarcado opresor»

Un «tiempo de mujeres» nos llevará a un gobierno de mujeres para mujeres «todas unidas contra del machismo y el patriarcado«, conceptos que por antonomasia, serán definidos como todo aquello que a las feministas no les guste o no les cause beneplácito adulador. Y aquí hay que comprender tres cosas:

  1. Todo hombre que no vea la sobriedad con ojos de estúpido sabe que sus esfuerzos vitales tarde o temprano encontrarán límites definitivos en cosas como la muerte, la finitud de sus recursos materiales e intelectuales frente al mundo, en Dios, o en los designios de un orden universal inasequible a su comprensión, es decir, sabe que encontrará sus límites en lo que conocemos como la «condición humana».
  2. Para la feminista promedio la «condición humana» no existe, nunca ha oído hablar de ella y no le interesa. Sus más grandes obstáculos en la vida —y en la vida de los «colectivos» a los que pertenece— son el «machismo» y el «patriarcado porque no está acostumbrada a enfrentar la vida sola y sin la ayuda directa o indirecta del hombre y sus creaciones, a quien suele mostrar su ingratitud más tonta, grosera y extravagante.
  3. Graciosamente, este nivel rudimentario de conciencia del entorno y toda esta guerra de la feminista contra los fantasmas del «machismo», la «misoginia» y el «patriarcado» no hacen sino confirmar su vocación de subordinada y la necesidad de su tutelaje, conducción y vigilancia por parte del hombre.
Feministas manifestándose contra la maternidad como imposición del «patriarcado» (posiblemente en España o Argentina).

En vista de lo anterior, hay que ver también que todo el capital político de la 4T, obtenido con sangre sudor y lágrimas, ha sido usurpado, mediante el tipo de extorsión que siempre ha ejercido la mujer sobre el varón y que Josefina Vázquez Mota ha reetiquetado como la extorsión por la vía del «cuchi cuchi», que no es otra cosa que el uso del chantaje sexual para doblegar la voluntad del hombre hacia objetivos políticos que ella cree que le convienen.

El «tiempo de mujeres» pondrá toda la maquinaria del gobierno a servicio de una guerra ideológica en contra de todas aquellas «odiosas y machistas» estructuras familares y sociales tradicionales, monogámicas y «patriarcales».

L’invention collective (1934) René Magritte

Estructuras que como las compuertas de una gran presa, por siglos nos han protegido del tipo de violencia, malestar social y enfermedades mentales, que ahora Clau y su proyecto feminista de nación nos harán conocer, nos guste o no, porque es «tiempo de mujeres» .

21. La reconstrucción aplazada

Financiado hasta las chanclas por los titiriteros globales, el asedio y acorralamiento feminista a la cultura ha sido tal, que poco se habla de la semilla envenenada que nos ha sido plantada: los hombres han ido perdiendo carácter y virilidad auténticas. El feminismo los ha feminizado o infantilizado, dando lugar el fenómeno muy extendido de los «princesos»: hombres que se sienten y se comportan como infantes, como mujeres, como homosexuales, o simple y llanamente como idiotas.

Muchos suelen tatuarse tonterías anodinas en los brazos, vestir camisetas de superhéroes y fingir un falso autocontrol y virilidad. Son enemigos declarados de la palabra sobriedad, así como del ethos feo, fuerte y formal, del siglo XX, cuya ausencia tanta narcocultura y pobreza de cáracter ha generado.

Sin hombres viriles, verdaderos, no puede florecer ningún amor romántico para las mujeres. El trabajo de reconstrucción de esos hombres va a llevar más de una generación, suponiendo que empezáramos hoy. Pero parece que entre más urgente es su necesidad, más lejana se ve la posibilidad. Hay demasiados «honvres» «feministos» sumándose al proyecto de un «agua caótica» que no les corresponde, y renunciando a rol de «contendores» que por nacimiento les toca jugar.

Epílogo: noche estrellada

Desde hace varios años, los muertos y las enfermedades mentales han estado arribando a las playas de la realidad mexicana en oleadas cada vez más grandes, importadas desde el extranjero, pero fermentadas al interior de nuestro territorio.

Oleadas que han llegado junto con el por-muchos-años-anunciado «tiempo de mujeres» y el consecuente declive de aquel amor que ofrendaba el hombre hacia la mujer. Amor sin tiempo que algún día deberíamos pensar seriamente en dejar de sepultar y mejor empezar a resucitar.

2024/08/20

One reply on “Un lugar donde vivir”

Deja un comentario!