La izquierda tradicional, sindicalista, preocupada por un estado social,
por los derechos de los trabajadores, por el correcto funcionamiento de
la economía y las políticas sectoriales industriales, agropecuarias,
educativas, de salud, de seguridad social, etc, poco a poco se
transforma en lo aparenta ser una izquierda pulverizada en las agendas
focalizadas de la «política identitaria»: los derechos de las mujeres,
de los indígenas, de las «sexualidades diversas», de los discapacitados,
etc. Ante este panorama, al espectro político en su conjunto, le urge
una tercera y crucial metamorfosis y rescate : el imperio del «Logos»,
origen de nuestra civilización.